El bandido más célebre del sureste peninsular
Jaime José Cayetano Alfonso Juan (1783-1824) era natural de Crevillente. Según cuentan los relatos, cuando un veinteañero Jaime trabajaba de guardián de viñas en Catral, mató a El Zurdo. El crimen fue reconocido por escrito por el propio bandolero en 1820: "un momento de debilidad, de irreflexión y de violencias le condujo a este ejercicio", aludiendo que, si hubieran existido leyes justas, "cual hombre libre me hubiera presentado ante el santuario augusto de la ley; habría manifestado y probado la violencia y las demás circunstancias que nuestras actuales instituciones eximen de pena al delincuente".
Reclutado por la banda de Los Mojicas en sus inicios de bandolero, pronto destacará por su astucia, capacidad de liderazgo y crueldad, llegando a controlar un amplio territorio del sureste peninsular, entre los reinos de Murcia y Valencia. Incluso, combatió y derramó sangre en la Guerra de Independencia Española contra el ejército francés (1808-1814). Fue en el Reino de Murcia, desde la Sierra de la Pila, donde Jaime "el Barbudo" hizo la solicitud de indulto para él y cinco de sus compañeros al rey Fernando VII. Así se expresa el bandolero en el manifiesto firmado el 20 de mayo de 1820, "desde las breñas y cavernas que dan vista a esa hermosa ciudad (Murcia)":
"Más de ocho años de continuo oficio me han hecho dueño del terreno que ocupo, topográficamente hablando: mi conducta honrada me ha facilitado la confianza de los esposos, de cuyas mujeres y familia jamás he abusado, y un dinero que he adquirido a costa de tantos riesgos y de mortales fatigas, ha sido distribuido entre el espartero hambriento, el sencillo cabrero, el negro carbonero, el sediento espía y el inagotable..." (Diario de la Ciudad de Valencia, 7 y 8 de junio de 1820).
Hacia 1821-22, durante el Trienio Liberal (1820-1823), el Conde de Carnarvon constata que Jaime "estaba pasando por un momento difícil y angustioso; se acababa de declarar partidario de la causa real y el Gobierno de las Cortes había enviado una fuerza considerable contra él, arrinconándole en las montañas y cercándole con un cordón de soldados". De su viaje por la Península Ibérica, el noble inglés también escribe que "este poderoso aventurero [...] pagaba los impuestos de por lo menos cinco aldeas situadas dentro de los límites del territorio montañoso sobre el que durante años fue rey casi absoluto". Con este abono, el bandolero había ganado el afecto de los vecinos de su territorio y, con ello, había adquirido poder y seguridad, de tal modo que, cuando se aproximaba un peligro, en seguida le advertían e, incluso, cuando se veía acorralado, hacían lo posible por ayudarle a fugarse.
La riqueza de Jaime Alfonso "el Barbudo" era consecuencia del control que su cuadrilla tenía en la comunicación entre los reinos de Valencia y Murcia. Carnarvon define su persona como "un magnífico ejemplo del ladrón de caminos, tanto en su porte físico como en su vigor mental":
"era raro que desvalijase del todo a los viajeros, limitándose más bien a cobrarles un porcentaje de lo que llevaban, cosa que, teniendo en cuenta las circunstancias, no dejaba de ser razonable; a modo de compensación por este ataque a su bolsa el viajero podía seguir su camino sin miedo a nuevas molestias, no sólo en el territorio de Jaime, sino incluso más allá de él. Jaime conversaba jovialmente con los desvalijados mientras sus hombres les registraban el equipaje, ofreciéndoles puros y vino de su bota y, aunque el tributo se cobraba en proporción estricta al valor de lo que llevaba cada uno, atendía cortésmente a cualquier reclamación o deseo y afectaba un generoso desdén por las cosas de poco valor".
En 1820, el propio bandolero, sobre sus contactos con "el militar valiente, el comerciante activo, el arriero ingenioso y el pasajero receloso", resalta "la humanidad que siempre he observado con el rendido: a nadie herí, a ninguno apalee, a todos he tratado con decoro, atención y urbanidad".
La Puerta de Jaime fue un paso controlado por el bandolero y su cuadrilla en la Sierra de los Ruíces (Jumilla) Al fondo, la Sierra de la Pila Fotografía de Jesús Joaquín López Moreno (2020) |
Balas esféricas de plomo de armas de avancarga Cueva de los Mojicas (Sierra de la Pila, Abarán) |